A pesar de que estamos pasando algunos de los días más calurosos de este verano, se acerca ya la entrada del otoño.
Es en estos cambios de estación cuando
muchas personas presentan ciertos síntomas de malestar, ya que los cambios en
las condiciones climáticas ejercen una gran influencia en el estado anímico.
En
estas situaciones se pueden distinguir 3 tipos diferentes de estrés:
1.
El
estrés estacional
Es el producido por la disminución de
las horas de luz solar, ya que supone un cambio de cara a los horarios tanto a
la hora de dormir como de levantarse, además de la reducción de horas activas,
lo que conlleva la readaptación de la rutina.
Otro factor más es la bajada de las
temperaturas, por lo que se debe poner especial atención al sistema inmune, ya
que las defensas bajan y llegan los famosos refriados.
2.
El
estrés emocional
Con la vuelta a la rutina, llegan las
prisas, el tráfico, las responsabilidades del trabajo… lo que hace que podamos
tener cierta apatía, cansancio, desánimo o, por el contrario, ansiedad,
tensión, frustración, insomnio… como resultado del desequilibrio interno que
padecemos.
3.
El
estrés nutricional
Debido a la falta de tiempo, los menús
acaban por ser desequilibrados, con un alto contenido calórico e ingeridos en
cualquier momento del día y sin masticar. Esto hace que estemos
sobrealimentados y a la vez desnutridos, lo que puede producir cansancio y falta
de energía.
Para llevar mejor todo esto, muchos
expertos recomiendan seguir unos hábitos de vida saludables para ayudar a
superar con optimismo el paso de una estación a otra.
El
seguimiento de una alimentación sana, rica en frutas y verduras frescas que nos
aporte vitaminas para aumentar las defensas en las épocas frías del año, además
de una práctica regular de ejercicio al aire libre resultan ser algo muy
beneficioso y adecuado.
Lo primordial es no preocuparse si
durante los primeros días tras el cambio de estación te sientes triste, puesto
que es algo total y absolutamente normal que irá desapareciendo poco a poco.